Mi imaginación contra mis hijos

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Nunca he tenido mucha imaginación. Puedo traer una imagen a mi mente, pero sólo brevemente. Creo que necesito tener los ojos abiertos, pero desenfocados. Si me esfuerzo de verdad, puedo cambiar partes de la imagen, pero aparentemente a costa de los detalles. Si cierro los ojos puedo algunas veces traer imágenes más vívidas pero totalmente al azar puedo ser capaz de causar que las imágenes cambien o se muevan pero solo al azar. Es decir, yo puedo cambiar, pero lo que hay allí se convertirá en otra cosa o se distorsionará o algo así.

Cuando tuve a mi hijo, en cuanto empezó a andar hacía lo que más tarde llamaría “juegos privados”, en los que corría y hacía ruidos y, básicamente, representaba cosas. A medida que hablaba más, también lo hacía su interpretación y estaba claro que interactuaba con diferentes personajes y que, en esencia, actuaba en una película en su mente. Se llamaba juego privado, por cierto, porque no se nos permitía mirarle mientras lo hacía. Por supuesto que sí, pero si nos “pilla” nos echa la bronca. Es muy mono.

Ahora tiene 9 años. Podemos hablar de su imaginación. Parece que puede ver imágenes con bastante claridad, mantener las imágenes e interactuar con ellas. Me parece increíble.

En un momento dado quiso enseñarme a imaginar. También muy mono.

Un dato adicional es que cuando era pequeño, quizás de 18 meses a unos 5 le encantaba llevar vestidos y jugar a cosas tipo princesa. A mis 45 años, nunca adivinarías lo hábil que soy para ser la sirvienta de una princesa o la criada de una reina. Todos sus amigos siempre han sido chicas y tiene (creo que con razón) una opinión bastante baja de los chicos en el colegio. Al final dejó de llevar los vestidos. Lo echo de menos. Actúa cada vez más como un chico y ha empezado a tener amigos que son chicos.

Sigue jugando mucho en privado y es tan elaborado como siempre.

Ojalá pudiera ver lo que hace

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