Durante muchos años, he querido compartir experiencias con otras personas que tienen poca o ninguna imaginación visual, porque esta interesante característica ha contribuido a moldear mi vida.
Entonces, ¿por qué hoy? Pues bien, el domingo pasado por la tarde salí con mi vecino y nuevo amigo “A”. Dio la vuelta con su coche mientras yo hacía un recado rápido. – PROBLEMA: antes su coche no se movía, y si necesitaba encontrarlo cuando ella no estaba a mi lado, sólo tenía que recordar dónde lo habíamos dejado. De por sí era un poco arriesgado, pero mi memoria de dónde estaba aparcado no me había fallado nunca. Esta vez, necesitaba encontrar un coche que se había movido, y No me había molestado en memorizar la matrícula, ni la marca, ¡y no tenía nombre para el color! Puedo visualizar colores adecuados, como el rojo o el azul, pero éste no era un color real, no era blanco, ni gris, ni hueso, ni metalizado, y hay que decir que no me interesan los coches.
Preocupado por si me acercaba a un coche con un desconocido dentro -no es fácil ver con claridad-, me tomé mi tiempo. ¡¡¡¡A’ estaba horrorizada porque pensaba que yo no podía VER el coche!!!! Y lo que es peor, le había dicho que tal vez debería tomar clases de conducir, ¡aunque tengo más de 60 años!
A raíz de este divertido incidente, decidí volver a intentar encontrar algo en Internet sobre personas que carecen de visualización. La última vez que lo intenté fue hace unos 10 años, pero entonces no di con ningún término de búsqueda acertado. Ahora, las frases y las preguntas funcionan, ¡así que por fin he dado con la información! Sólo quiero romper el aislamiento de esta rareza y charlar con los demás.
El rasgo ayudó a destrozar mi educación debido a los métodos utilizados en mi primera escuela. Varios años después de suspender y quedarme atrás con la lectura (odiaba los libros) hubo una clase en la que el profesor escribía palabras con tiza en la pizarra, de una en una, y luego las borraba; yo tendría 7 años. Cada vez se pedía a la clase que levantara la mano si sabía deletrear esa palabra, y parecía que todos podían menos yo. Ese fue el fatídico día en que decidí que debía de ser estúpido y que nunca sería capaz de leer ni escribir. En cuanto a la escritura, la escuela exigía una ortografía correcta: no se permitían faltas. Esto me asustó y me impidió intentar escribir ensayos hasta los 14 años, cuando empecé a liberarme.
Con un énfasis escolar diferente y métodos distintos, habría progresado bien y probablemente me habría ido bien académicamente.
Recuerdo que me enfadaba mucho la falta de lógica de la ortografía, y pensaba (y probablemente gritaba) “La ortografía es una estupidez. ¿Cómo puede alguien recordarla?”
Necesito entender las cosas para recordarlas, y en realidad eso es positivo. Creo que el rasgo ha puesto a prueba mi inteligencia.