La investigación profundiza en el funcionamiento de la corteza visual temprana, una parte del cerebro asociada a las experiencias visuales, incluida la capacidad de visualizar imágenes en nuestra mente. Un grupo único de individuos, conocidos como los que padecen "afantasía", no pueden formar imágenes mentales en absoluto. El estudio pretendía comprender qué ocurre en el cerebro de estos individuos cuando intentan visualizar. Utilizando técnicas avanzadas de imagen cerebral, los investigadores observaron la actividad en el córtex visual primario durante los intentos de imaginería mental. En las personas sin afantasía, esta parte del cerebro mostraba patrones que coincidían con sus experiencias visuales. Sin embargo, en el caso de las personas con afantasía, la actividad cerebral era diferente y no podía corresponderse con las percepciones visuales típicas. Además, cuando estos individuos eran expuestos a estímulos visuales, sus respuestas cerebrales eran más débiles en comparación con los que no padecían afantasía. En esencia, el estudio descubrió que, aunque las personas con afantasía no puedan visualizar, sigue existiendo alguna forma de representación en su corteza visual. Sin embargo, esta representación puede ser menos detallada o diferente de la información sensorial habitual. Este descubrimiento cuestiona la creencia tradicional de que la actividad en el córtex visual primario corresponde siempre a experiencias visuales típicas.